En el Caballo de Oros vemos a un caballero que permanece estático, a la espera. Su caballo permanece rígido también. Los tonos oscuros de ambos seres evocan la profundidad del vacío, la tristeza del que no encuentra el camino. El caballero mira fijamente al símbolo dorado que sostiene en su mano esperando que éste le guíe en alguna dirección, hacia una nueva batalla. Ha sido tal su entrega a la lucha que ya no sabe hacer otra cosa.
El Caballo de Oros nos habla de esa sensación que tenemos cuando, tras haber estado metidos de cabeza en alguna actividad o haber ajustado como máquinas a una rutina milimetrada, de repente algo cambia y hemos de reestructurar nuestro tiempo y nuestra mente de nuevo. Al principio, y como consecuencia de una costumbre que sin más desaparece, nos embargará la confusión y la impresión de que andamos perdidos. Luego el camino va tomando forma y volvemos a encontrar el sentido de todo.
Así se encuentra el Caballo de Oros: desorientado y en espera de respuestas.
Pero esto no ocurre sólo cuando hemos de cambiar de rutina. También podemos sentirnos así cuando, por ejemplo, si hemos vivido obsesionados por el trabajo, un día nos damos cuenta de que ya no recordamos hacia donde íbamos, qué es lo que ansiábamos lograr. Entonces tanto esfuerzo, tanta lucha, se pone cuesta arriba y rogamos para encontrar de nuevo la ilusión y la motivación de antaño. En esta situación es mejor que te tomes un respiro y hagas como nuestro caballero: intenta recordar cómo empezaste, hacia donde querías dirigirte y recupera las ganas de seguir adelante.
sábado, 9 de febrero de 2008
Arcano menor: Caballo de Oros
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