La clasificación de los espíritus está basada en su grado de progreso, en las cualidades que han adquirido y en las imperfecciones de que han de despojarse aún.
Esta clasificación, además, no es absoluta; cada categoría no ofrece en su conjunto más que un carácter relevante; pero la transición es insensible de un grado a otro, y en los límites desaparece el matiz, como en los reinos de la naturaleza, en los colores del arco iris y también como en los diferentes periodos de la vida del hombre. Se puede, pues, formar un número mayor o menor de clases, según el aspecto que se elija para considerar esta cuestión.
Los espíritus admiten, generalmente, tres categorías principales o tres grandes divisiones.
En la tercera, que está al principio de la escala, vienen comprendidos los espíritus imperfectos, caracterizados por el predominio de la materia sobre el espíritu y la propensión al mal.
Los de la segunda están caracterizados por el predominio del espíritu sobre la materia y por el deseo del bien, y comprende los espíritus buenos.
La primera, en fin, comprende los espíritus puros, que han alcanzado el grado máximo de perfección.
Esta división es perfectamente racional y presenta caracteres bien distintos, y no nos tocaba a nosotros más que hacer visibles, por medio de un número suficiente de subdivisiones, los principales matices del conjunto, y es lo que hemos hecho con el concurso de los espíritus, cuyas benévolas instrucciones nunca nos han faltado.
Véase ahora la definición de los espíritus imperfectos:
Tercer orden. Espíritus imperfectos
Caracteres generales.— Predominio de la materia sobre el espíritu, propensión al mal, ignorancia, orgullo, egoísmo y todas las malas pasiones que de él derivan.
Tienen intuición de Dios, pero no lo comprenden.
Todos no son esencialmente malos, y en algunas abundan más la ligereza, la inconsecuencia y la malicia que la verdadera perversidad. Unos no hacen bien ni mal; pero por lo mismo que no practican el bien, demuestran su inferioridad. Otros, por lo contrario, se complacen en el mal, y están satisfechos cuando hallan ocasión de hacerlo.
Pueden reunir la inteligencia a la perversidad y a la malicia; pero, cualquiera que sea su desarrollo intelectual, sus ideas son poco elevadas y sus sentimientos más o menos abyectos.
Semejantes espíritus ven la dicha de los buenos, siéndoles este espectáculo un tormento incesante, puesto que experimentan todas las angustias que pueden producir la envidia y los celos.
Puede dividirse en cinco clases principales.
1 clase. ESPÍRITUS IMPUROS.— Son propensos al mal y lo hacen objeto de sus maquinaciones. Como espíritus dan consejos pérfidos, promueven la discordia y la desconfianza, y, para engañar mejor, toman todas las apariencias. Se apoderan de los caracteres bastante débiles para seguir sus excitaciones, a fin de arrastrarlos a su perdición y están satisfechos cuando consiguen retardar su progreso, haciéndoles sucumbir en las pruebas que sufren.
Ciertos pueblos los han considerado como divinidades maléficas, y otros los designan con los nombres de demonios, genios malos y espíritus del mal.
Los seres vivientes a quienes animan durante la encarnación, son dados a todos los vicios que engendran las pasiones viles y degradantes, tales como: el sensualismo, la crueldad, la bellaquería, la hipocresía, la codicia y la sórdida avaricia. Hacen el mal por el placer de hacerlo, sin motivo la mayor parte de las veces, y por aversión al bien escogen casi siempre sus victimas entre las personas honradas. Cualquiera que sea el rango social que ocupen, son azote de la humanidad, y el barniz de la civilización no los libra del oprobio y de la ignominia.
Delincuentes natos.
2 clase. ESPÍRITUS LIGEROS.— Son ignorantes, malignos, inconscientes y burlones, y en todo se entrometen, y responden a todo sin cuidarse de la verdad. Se complacen en ocasionar pequeños pesares y alegrías, en chismear, en inducir maliciosamente a error por medio de mixtificaciones y en hacer travesurillas. A esta clase pertenecen los espíritus llamados vulgarmente duendes, trasgos, gnomos y diablillos, todos los cuales dependen de los espíritus superiores que frecuentemente los ocupan como nosotros a nuestros criados.
En las comunicaciones con los hombres, su lenguaje es a veces ingenioso, y chistoso, pero casi siempre superficial, y aprovechan las extravagancias y las ridiculeces que exponen en frases mordaces y satíricas. Cuando usurpan algún nombre, lo hacen más por malicia que por perversidad.
Delincuentes habituales.
3 clase. ESPÍRITUS DE FALSA INSTRUCCIÓN, (seudo sabios).— tienen conocimientos bastante vastos, pero creen saber más de lo que realmente saben. Habiendo progresado algo en diversos sentidos, su lenguaje tiene cierto carácter grave que puede engañar acerca de las preocupaciones y de las ideas sistemáticas de la vida terrestre, una mezcla de verdades y errores absurdos, en medio de los cuales se descubren la presunción, el orgullo, los celos y la terquedad de que no han podido emanciparse.
Esta categoría es intelectual y no moral, al menos en la intensidad delictuosa.
4 clase. ESPÍRITUS NEUTROS.— No son ni bastante buenos para practicar el bien, ni bastante malos para hacer el mal; se inclinan Igualmente al uno y al otro y no se sobreponen a la condición vulgar de la humanidad ni moral, ni intelectualmente. Tienen apego a las cosas de este mundo, cuyas alegrías groseras echan de menos.
Son delincuentes ocasionales y hasta habituales en ciertas clases de inmoralidades que no sean muy antisociales. En esta clase que es moralmente débil, habrá que colocar también a los delincuentes locos poseídos y a los pasionales.
5 clase. ESPÍRITUS GOLPEADORES Y PERTURBADORES. — Propiamente hablando, no forman una clase distinta, si se toman en consideración sus cualidades personales, y pueden pertenecer a todas las clases del tercer orden. A menudo anuncian su presencia por efectos sensibles y físicos, como golpes, movimiento y desarreglo anormal de los cuerpos sólidos, agitación del aire, etc. Parece que están más apegados a la materia que los otros y que son los principales agentes de las vicisitudes de los elementos del globo, ya obren en el aire, en el agua, en el fuego, ya en los cuerpos duros, ya en las entrañas de la Tierra. Cuando estos fenómenos tienen un carácter Intencional inteligente, se conoce que no son debidos a una causa fortuita y física. Todos los espíritus pueden producirlos; pero los elevados los confían por lo general a los espíritus subalternos, más aptos para las cosas materiales que para las inteligentes, y cuando los primeros creen oportunas las manifestaciones de este género, se sirven de los segundos como de auxiliares.
El segundo orden es de los espíritus buenos y el primero, el de los espíritus puros. Ya aquí no encontramos delincuentes.
Segundo orden. Espíritus buenos.
Caracteres generales.— Predominio del espíritu sobre la materia y deseo de hacer el bien. Sus cualidades y poder para practicarlo están en proporción del grado a que han llegado, poseyendo unos la ciencia, otros la prudencia y la bondad, y reuniendo los más adelantados el saber y las cualidades morales. No estando aún completamente desmaterializados, conservan más o menos, según su rango, los vestiglos de la existencia corporal, ya en la forma del lenguaje, ya en sus costumbres, en las que se llega a descubrir algunas de sus manías, ya que de no ser así, serían espíritus perfectos.
Comprenden a Dios y el infinito, y gozan ya de la felicidad de los buenos; son dichosos cuando hacen el bien e Impiden el mal, y el amor que los une es para ellos origen de una dicha Inefable no alterada por la envidia, por los remordimientos, ni por ninguna de las malas pasiones que atormentan a los espíritus imperfectos, pero todos han de sufrir pruebas hasta que alcancen la perfección absoluta.
Como espíritus, suscitan buenos pensamientos, alejan a los hombres del camino del mal, protegen, durante la vida, a los que se hacen merecedores de protección y neutralizan la influencia de los espíritus imperfectos en aquellos individuos que no se complacen en tolerarla.
Las personas en quienes se encarnan son buenas y benévolas para con sus semejantes, no ceden al orgullo, al egoísmo y a la ambición, y no sienten el odio, rencor, envidia ni celos, practicando el bien, por el bien mismo.
A este orden pertenecen los espíritus conocidos en las creencias vulgares con los nombres de genios buenos, genios protectores y espíritus del bien. En tiempo de superstición y de ignorancia se les ha elevado a la categoría de divinidades bienhechoras.
Se les puede dividir en cuatro grupos principales.
1 clase. ESPÍRITUS BENÉVOLOS.— Su cualidad dominante, es la bondad; se complacen en prestar servicios a los hombres y protegerlos, pero su saber es limitado, pues han progresado más moral que intelectualmente.
2 clase. ESPÍRITUS SABIOS.— Lo que principalmente los distingue es la extensión de sus conocimientos. Se ocupan menos en las cuestiones morales que en las científicas, para las cuales tienen más aptitud; pero sólo consideran la ciencia utilitariamente, y no obedecen, al hacerlo, a ninguna de las pasiones propias de los espíritus imperfectos.
3 clase. ESPÍRITUS PRUDENTES.— Las más elevadas cualidades morales son su carácter distintivo. Sin que sus conocimientos sean limitados, están dotados de aquella capacidad que proporciona un juicio recto de los hombres y de las cosas.
4 clase. ESPÍRITUS SUPERIORES.— Reúnen la ciencia, la prudencia y la bondad. Su lenguaje, que sólo benevolencia respira, es constantemente digno, elevado y a menudo sublime. Esa superioridad los hace más aptos que los otros para darnos las nociones más exactas acerca de las cosas del mundo incorporal, dentro de los límites de aquello que es licito saber al hombre. Se comunican voluntariamente con los que de buena fe buscan la verdad y cuya alma está bastante emancipada de los lazos terrestres para comprenderla, pero se separan de los que sólo obran por curiosidad o a quienes la influencia de la materia distrae de la práctica del bien.
Cuando, por excepción, encarnan en la Tierra, es para realizar una misión de progreso, y nos ofrecen el tipo de perfección a que puede aspirar la humanidad en este mundo.
Tercer orden. Espíritus puros.
Caracteres generales.— Influencia de la materia, nula; superioridad intelectual y moral, absoluta con respecto a los espíritus de otros órdenes.
Primera y única clase.— Han recorrido todos los grados de la escala y se han despojado de todas las impurezas de la materia. Habiendo alcanzado la suma de perfección de que es susceptible la criatura, no han de sufrir pruebas ni expiaciones, y no estando obligados a la reencarnación en cuerpos perecederos viven la vida eterna en el seno de Dios.
Gozan de una dicha Inalterable, porque no sienten las necesidades ni están expuestos a las vicisitudes de la vida material: pero aquella dicha no consiste en la ociosidad monótona de una contemplación perpetua. Son mensajeros y ministros de Dios, cuyas órdenes, acerca de la conservación de la armonía universal, ejecutan; dirigen a todos los espíritus que les son inferiores, les ayudan a perfeccionarse y les señalan su misión. Para ellos, es ocupación agradable la de asistir a los hombres en sus apuros y excitarlos al bien o a la expiación de las faltas, que les alejan de la felicidad suprema. Se les designa a veces con los nombres de ángeles, arcángeles o serafines.
Los hombres pueden comunicarse con ellos, pero sería muy presuntuoso el que pretendiese tenerlos constantemente a sus órdenes.
lunes, 5 de noviembre de 2007
LA ESCALA DE LOS ESPÍRITUS
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario